El poder talibán en Afganistán cambiará no solo aspectos sociales y económicos del país, sino también evidencia otros problemas como el migratorio y de refugiados, en el mundo, señala la profesora Susana Mosquera.
Por Elena Belletich Ruiz. 27 agosto, 2021.Hace pocos días, los talibanes, grupo fundamentalista islámico, retomó el poder en Afganistán después de 20 años, cambiando el rumbo de ese país. Al respecto, la doctora Susana Mosquera, especialista en Derecho Internacional y profesora de la Facultad de Derecho de la Universidad de Piura, comenta algunos aspectos de esta nueva realidad.
Indica que la zona es, desde hace décadas, de “enorme interés geoestratégico, que, con su mayoría de religión islámica, forma un bloque natural de alianza con Pakistán frente a la India. Esta relación entre política y religión se ha hecho más evidente en los últimos años como respuesta a la política de nacionalismo hindú del presidente Modi en la India, quien ha venido aplicando leyes discriminatorias hacia la población islámica de ese país. A la frontera pakistaní se añaden los intereses económicos de China sobre los recursos minerales que hay en las montañas afganas; y de Rusia, que buscará retomar el anhelado acceso al mar de la India, a través del territorio afgano”.
Asimismo, refiere que, en lo político y económico, el poder talibán traerá un cambio en las actuales alianzas, pues “Afganistán ya no mirará a occidente, sino a oriente”. Además, “la agenda democrática y de derechos humanos va a quedar pospuesta, pues ni China, ni Rusia o Pakistán tienen interés en establecer un modelo político de inspiración occidental y darán libertad a los talibanes para gestionar sus asuntos internos con mayor autonomía, siempre que los compromisos económicos y políticos que firmen entre los nuevos aliados se respeten”.
Libertades y derechos en retroceso
La doctora Mosquera indica que, “los grandes perdedores de este espejismo de 20 años de supuesta democratización del país serán los grupos que movieron su acción hacia sectores naturales de influencia occidental (medios de comunicación, escolarización, presencia de la mujer en la vida pública entre otros)”.
Señala que los talibanes siguen las normas establecidas por Mahoma. “Defienden el modelo monista de unidad entre la gestión política y la gestión religiosa del estado. No ven la diferencia entre uno y otro. De ahí que los cambios implicarán un restablecimiento de la Sharia como ley para todos los afganos, independientemente de su religión o del nivel de compromiso que tengan con la fe islámica”.
Además, “tienen una visión tradicional del papel de la mujer en la sociedad; por influencia de la religión islámica y, sobre todo, por la naturaleza tribal ancestral de la sociedad afgana. La geografía montañosa del país favorece el aislamiento y, con ello, el ostracismo y rechazo a las ideas modernizadoras”.
Migrantes y refugiados
Ante el gobierno talibán, miles de personas buscan escapar del nuevo régimen; algunos miles ya lo han logrado y han sido acogidos por algunos países; sin embargo, estas salidas masivas, al igual que otras que se dan en distintas partes del mundo, “evidencian que la figura de los refugiados es un problema latente a nivel mundial”, dice Mosquera.
“Las guerras, la inestabilidad económica, las crisis políticas y humanitarias y los desastres naturales son la causa de miles de desplazamientos forzados de personas en todo el mundo. Un problema para que el que, por el momento, no hay una solución única a nivel internacional puesto que la materia migratoria (de la que en buena medida depende la figura del refugio y el asilo), es una competencia interna de los estados”, señala la doctora Mosquera.
Sobre este aspecto, la doctora Mosquera indica que la comunidad internacional se ha quedado sin estrategias y sin argumentos. “No parece tener muchas reservas para actos de intervención en asuntos internos de otros países. Se ha quedado sin estrategias militares (luchar en las montañas afganas ha sido un terrible fracaso militar) y sin buenos argumentos políticos (democratizar a una sociedad que rechaza los valores de la cultura occidental es terreno para el fracaso). Por otro lado, el principio de no intervención prohíbe a terceros estados entrometerse en los asuntos internos de otros países”, acota.